miércoles, julio 22, 2009

EVA

A veces, cuando paría hijos, tenía también olor a tierra en el vientre y en las manos. Pocas veces él vio con sus ojos estas cosas y yo preferí así, olvidar su nombre. Acá en mis harapos llenos de hijos, la luz se absorbe en nuestra piel, oscuramente sola. El frío entra a borbotones, buscando calor entre nosotros, viene, se instala y nos obliga. Suplica, por no dormir solo afuera.

Era Eva esa, buscándole lugar al calor y al frío en la casa. La que él echó por no entender de parir hijas e hijos. Esa era Eva, poniendo mano arriba de las heridas. Eva, esa era ella. Quién se animó a mirarte cuando en tus piernas se sentaba el mundo. Quiénes son las eminencias de esta desquiciante mugritud que no te ve, Eva.

Pura eras, cuando los sucios te señalaro
n.

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